sábado, 9 de abril de 2016

Por Ramiro del Cristo Medina Pérez

De los días de la semana, el lunes es del que más se despotrica en nuestro país,  a pesar de la generosidad con que se les ha revestido a buena parte de éstos,  por la acción de la “Ley Emiliani”* que extrapoló la figura de los puentes de la ingeniería civil  al campo (de la reforma) laboral,  asestándole un solemne totazo (letal) al coco del  guayabo después de que hombres y mujeres ostentaran licencia de fiestear en fines de semana, teniendo por delante el compromiso del lunes con el trabajo.

Sin ser puente, este primer lunes de abril del año que cursa,  una alegría parecida a la que me acompañó el día que marcó el inicio de mi vida laboral a principios de marzo de 1.979, recién egresado de la universidad del Quindío (Armenia),  inunda hoy mi ser aun sin poner los pies fuera de cama…

Y no es para menos.  Leve, casi sin sentirme, me solazo temprano en mi lecho  como cuando niño despertaba para seguir durmiendo metido en la sabana de retazos hecha por mi madre,  sabiendo del milagro de un rumor de lluvia que arreciaba en aguacero; razón ésta,  suficiente para no asistir al colegio. Para no ir a clases!

Y efectivamente, aunque ausentes todavía las lluvias mil,  hoy  lunes  4 de abril, no fui al colegio. Me quedé en casa, gozoso entre mi sabana enteriza; tramitando un nuevo ritual en mi entorno doméstico para mandar al carajo el afán diario por el trabajo! después de 37 años continuos de labor docente. Primero como profesor de aula. Luego como coordinador. 

Y no porque haya llegado a ese límite “convenido” de lo forzoso,  en el que forzosamente el docente,  cumplidos los 65 años de edad, y no sé cuántos de servicio,  debe retirarse… registrándose los casos en que el “docente” sigue trabajando a voluntad de la entidad nominadora, asegurando así la vigencia de su ingreso salarial, en sacrificio de su propia vida,  que precisamente estando en éstas… lo sorprenda la muerte insobornable. O alcanzando a salir definitivamente…enseguida,  sin siquiera darse cuenta,  toma el otro viaje sin boleto de retorno.  Sin tener tiempo para sí mismo.

La alienación, que es una forma de miseria, no nos deja ver ésta en uno.

Alegre y pausado, a las 7:00 a.m. ya estaba aseado y vestido, inaugurando un espacio en casa  en el que he de “ocuparme” juiciosamente de ociar. Ociar de tiempo completo,  que ha de contemplar a la vez el intimar conmigo mismo; consintiéndome con los cuidados y la atención que me merezco.

Hoy me alcanzó para organizar la relación de prioridad con un conjunto de mis mejores amigos, los libros, que he de abordar y/o dar continuidad durante los próximos días. La prensa (sus páginas editoriales) y la escritura son la otra parte con la que debo alternar.  Mi otro aliado, compatible con la lectura y la escritura,  es la música. Hoy me acompañó Bebo Valdés y,  el Cigala.  Esta cuartilla es mi primer escrito en este mi nuevo nicho de ocio.  Algo de viajar será parte de mi ocioso régimen de vida!,  empezando por las ciudades donde viven mis hijos.
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*Ley 5 de l.983 cuyo nombre deriva del nombre del autor de dicho proyecto, Raimundo Emiliani Román


Santiago de Tolú, abril 4 – 2016