Por Ramiro del Cristo Medina Pérez
De los días de la semana, el lunes es del que más se despotrica en
nuestro país, a pesar de la generosidad
con que se les ha revestido a buena parte de éstos, por la acción de la “Ley Emiliani”* que extrapoló
la figura de los puentes de la ingeniería civil
al campo (de la reforma) laboral, asestándole un solemne totazo (letal) al coco
del guayabo después de que hombres y
mujeres ostentaran licencia de fiestear en fines de semana, teniendo por
delante el compromiso del lunes con el trabajo.
Sin ser puente, este primer lunes de abril del año que cursa, una alegría parecida a la que me acompañó el día que marcó el inicio
de mi vida laboral a principios de
marzo de 1.979, recién egresado de la universidad del Quindío (Armenia), inunda hoy mi ser aun sin poner los pies fuera
de cama…
Y no es para menos. Leve, casi
sin sentirme, me solazo temprano en mi lecho como cuando niño despertaba para seguir
durmiendo metido en la sabana de retazos hecha por mi madre, sabiendo del milagro de un rumor de lluvia
que arreciaba en aguacero; razón ésta, suficiente para no asistir al colegio. Para no
ir a clases!
Y efectivamente, aunque ausentes todavía las lluvias mil, hoy
lunes 4 de abril, no fui al
colegio. Me quedé en casa, gozoso entre mi sabana enteriza; tramitando un nuevo
ritual en mi entorno doméstico para mandar al carajo el afán diario por el
trabajo! después de 37 años continuos de labor docente. Primero como profesor
de aula. Luego como coordinador.
Y no porque haya llegado a ese límite “convenido” de lo forzoso, en el que forzosamente el docente, cumplidos los 65 años de edad, y no sé cuántos
de servicio, debe retirarse… registrándose
los casos en que el “docente” sigue trabajando a voluntad de la entidad
nominadora, asegurando así la vigencia de su ingreso salarial, en sacrificio de
su propia vida, que precisamente estando
en éstas… lo sorprenda la muerte insobornable. O alcanzando a salir definitivamente…enseguida, sin siquiera darse cuenta, toma
el otro viaje sin boleto de retorno. Sin
tener tiempo para sí mismo.
La alienación, que es una forma de miseria, no nos deja ver ésta en
uno.
Alegre y pausado, a las 7:00 a.m. ya estaba aseado y vestido,
inaugurando un espacio en casa en el que
he de “ocuparme” juiciosamente de ociar. Ociar de tiempo completo, que ha de contemplar a la vez el intimar
conmigo mismo; consintiéndome con los cuidados y la atención que me merezco.
Hoy me alcanzó para organizar la relación de prioridad con un conjunto
de mis mejores amigos, los libros, que he de abordar y/o dar continuidad
durante los próximos días. La prensa (sus páginas editoriales) y la escritura
son la otra parte con la que debo alternar.
Mi otro aliado, compatible con la lectura y la escritura, es la música. Hoy me acompañó Bebo Valdés
y, el Cigala. Esta cuartilla es mi primer escrito en este
mi nuevo nicho de ocio. Algo de viajar
será parte de mi ocioso régimen de vida!,
empezando por las ciudades donde viven mis hijos.
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*Ley 5 de l.983 cuyo nombre deriva del nombre del autor de dicho
proyecto, Raimundo Emiliani Román
Santiago de Tolú, abril 4 – 2016